lunes, 9 de diciembre de 2013

TIA VERÓNICA

La tía Verónica era una niña de ojos profundos y labios delgados. Miraba rápido, y le parecía largo el tiempo en el colegio. A veces la castigaban con la cara contra la pared o la ponían a coser el dobladillo que de un brinco le había desbaratado al uniforme. 
En las tardes, por fin, la dejaban jugar con su gata Casiopea, un animal con mirada de reina y actitud desdeñosa, en contraste con sus rayas grises y su pelambre corriente.
(...)
Ella no cuenta exactamente cómo fue que cayó en el juego nocturno que asoció al inefable sexto mandamiento. Quizá porque nunca estuvo claro, y era grande, fantasioso y oscuro como las mismas noches. El caso es que dejó de confesarse y dejó de comulgar uno y otro Viernes Primero. 
Nadie se daba esos lujos en la pequeña comunidad que era su colegio. Seguramente, pensaba ella, porque nadie se daba tiempo para los otros lujos.
(...)
Ella siempre aprovechaba ese tiempo para romper el ayuno con un chicle, tres cacahuates o cualquier cosa que significara un castigo menos grave que la excomunión derivada de comulgar con el sexto mandamiento metido en todo el cuerpo. Pero después de cuatro veces de ponerla a escribir todo un cuader-no con "no debo romper el ayuno", su maestra caminó junto a ella por el parque fijándose muy bien que no se metiera nada en la boca. Entonces alegó no estar confesada y se paró en la punta de la fila más larga junto al confesionario. Para su suerte, había muchas niñas urgidas de confesar lo de siempre: engaños a los papás y pleitos con los hermanos. Ella les cedió su lugar cinco veces y cuando llegó la hora de comulgar, se había librado del confesionario por falta de tiempo.
(...)
La iglesia de Santiago era un esperpento de yesos cubiertos con do-rado y santos a medio despostillar. La misma mezcla de viejos ricos y eternos pobres se amontonaba en sus democráticas y cochambrosas bancas.
(...)
Hasta entonces supo la tía Verónica que tal asunto se podía practicar acompañada. "¿Cómo sería eso?" se preguntó mientras contestaba: "Sola". Era tal su sorpresa que se ahorró la desobediencia y las otras minucias y dijo suavemente: "Nada más, padre". 
Después oyó la penitencia: tenía que salir del confesionario, rezar otra vez el Yo pecador y luego irse a su casa deteniéndose en el ca-mino frente a cada poste que encontrara, a darse un tope al son de una Salve.
(...)
Luego la tomó de la mano, la llevó a sentarse junto a él en una banca vacía, le pellizcó los cachetes, le dio una palmada en el hombro, sonrió desde el fondo de su casto pasado y le dijo: 
-Échale una miradita al Santísimo, y vete a dormir. Mañana comulgas que es Viernes Primero.
Desde entonces la tía Verónica durmió y pecó como la bendita que fue.

¿Te resulta interesante el comportamiento de la tía Verónica? ¿qué destacas de ella?, ¿te gusta su forma de actuar?

1 comentario:

  1. soy de sanmartin sotrondio

    la tia verónica era una niña inocente que pensaba que pecaba contra el sexto mandamiento
    hasta que descubrió que no era asin

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