martes, 10 de diciembre de 2013

AMANDA RODOREDA

Durante mucho tiempo se dijo que Amanda Rodoreda era hija de Antonio Sánchez, el compadre de su papá. Y ni su propia madre pareció saber de dónde le había llegado a la barriga aquella niña tan poco parecida a los dos hombres que para su desgracia le cruzaron la vida. Decían que cuando la soltó al mundo, su corazón todavía estaba ardiendo por la boca y las manos de Antonio Sánchez, aunque su cabeza descansara como siempre en el regazo de su apacible Rodoreda.
(...)
Amanda no había nacido todavía, cuando su futura abuela paterna tuvo la delicadeza de preguntarle a su hijo si estaba seguro de que por el vientre de su mujer no había pasado más que el esperma Rodoreda. Con esa sola pregunta derribó la torre de naipes que era ya la vida de aquel marido, empeñado en no ver la pena que su señora tenía en los ojos. Rodoreda volvió a su casa a tirarse en una cama para tratar de morirse. Estuvo dos semanas con fiebre, echando espuma por la boca y un líquido azulado por los ojos, con la piel ceniza y el pelo encaneciendo de uno en uno, pero a tal velocidad que cuando volvió en sí tenía la cabeza blanca. Su mujer estaba junto a él y lo vio abrir los ojos por primera vez para mirar, no sólo para perderse en un horizonte inalcanzable..
 (...)
Cuando murió su madre, Amanda tenía diez años y la furia más que la tristeza se le instaló en los ojos durante meses. Lo mismo le pasó a Rodoreda, así que estuvieron viviendo juntos más de un año sin hablarse. Un día Rodoreda se la quedó mirando mientas ella escribía su tarea empinada sobre un cuaderno. -¿A quién te pareces tú? -le preguntó acariciándola. 
-A mí -le contestó Amanda-. ¿A quién quieres que me parezca? 
-A mi abuela -dijo Rodoreda y empezó a contar cosas de su abuela en Asturias hasta que la conversación se instaló de nuevo en la casa.
(...)

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