viernes, 29 de noviembre de 2013

TIA CARMEN

Esta historia podríamos definirla como una historia sobre la enfermedad mental que es el amor, cuando no entendemos que las relaciones se pueden romper. ¿Y cómo superar la dependencia emocional que nos une a la persona amada? ¿Es tan díficil realmente luchar?, ¿por qué siempre nos ponen a las mujeres como enfermas mentales?

 ¿Os ha gustado la historia? ¿Qué opináis del perdón de la protagonista?

     Cuando la tía Carmen se enteró de que su marido había caído preso de otros perfumes y otro abrazo, sin más ni más lo dio por muerto. Porque no en balde había vivido con él quince años, se lo sabía al derecho y al revés, y en la larga y ociosa lista de sus cualidades y defectos nunca había salido a relucir su vocación de mujeriego.
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Tía Fernanda era la única visita de tía Carmen en el manicomio. La única, aparte de su madre, quien por lo demás hubiera podido quedarse ahí también porque no dejaba de llorar por sus nietos y se comía las uñas, a los sesenta y cinco años, desesperada porque su hija no hab-ía tenido el valor y la razón necesarios para quedarse junto a ellos, como si no hicieran lo mismo todos los hombres.

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-Tienes razón -le dijo-. El cariño no se gasta. No se gasta el cariño. Por eso Manuel me dijo que a mí me quería tanto como a la otra. ¡Qué horror! Pero también: qué me importa, qué hago yo vuelta loca con los chismes, si estaba yo en mi casa haciendo buenos ruidos, ni uno más ni menos de los que me asignó la Divina Providencia. Si Manuel tiene para más, Dios lo bendiga
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TIA MERCEDES

     Ya era tarde y la tía Mercedes seguía buscando quién sabe qué cosas en el cuerpo del hombre al que reconocía como el amor de su vida.

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     Se miraron de lejos, se fueron acercando y por fin se encontraron en la mesa de unos españoles que ya estaban planeando cómo romper unas sillas en las crismas de los árabes sentados en la mesa más próxima. En medio de aquel caos, ellos perdieron las palabras, volvieron a prenderse de los gestos, se vieron enlazados sin remedio y sin prisa, hasta quién sabía cuándo.

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     La calle noventa era un mugrero en el que hasta las luces parecían sucias. El fue ahí por primera vez con algunos amigos que ya habían estado dos o tres veces, pero nadie era un experto. Algunos habían ido una noche con sus hermanos mayores o con sus tíos, a otro lo había llevado su papá porque tenía la cara llena de barros y a decir suyo no había mejor manera de quitárselos. Total, eran como siete dándose valor, atarantados con aquella clandestinidad impúdica, muertos de risa y pánico.
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¿Enamoradas del amor? ¿qué opinas de los persojanes de este relato? ¿Te ha gustado?

TIA PAULINA


¿Cómo nos educan en el amor? ¿Cómo nos cambia el amor? ¿Qué os ha parecido la relación de tía Paulina? ¿Os gusta su historia?


Paulina Traslosheros tenía veinte años cuando conoció a Isaac Webelman, un músico que se detuvo en Puebla a esperar noticias de sus parientes judíos en Nueva York.
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Webelman tenía fama de ser un gran músico, y en cuanto llegó a Puebla se hizo de una cantidad de alumnos sólo comparable al tama-ño que tenía en cada poblano la veneración por lo extranjero. Cada vez que llegaba un maestro de fuera, obtenía decenas de alumnos durante los primeros tres días de estancia. Conservarlos era lo difícil.
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La tía Paulina obedeció hipnotizada. El piano de la abuelita sonó como nunca antes con el mismo Para Elisa de toda la vida. -Aprendes -dijo Webelman sentado junto a ella. Luego se la quedó mirando como si ella misma fuera Elisa.
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El músico se fue y tuvo el éxito que buscaba. Tanto éxito, que era imposible ir por la vida sin escuchar su nombre en boca de cualquier extraño. Paulina Traslosheros se casó, tuvo hijos y nietos. Cruzó más de un umbral durante la vida, pero nunca pudo evitar el frío bajando por su espalda cada vez que alguien mencionaba aquel nombre.
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TIA FERNANDA



¿Nos podéis ayudar a entender a Tía Fernanda?, ¿Os identificáis con el personaje?, ¿qué os ha gustado más de ella?¿Qué menos?

       Con la vista perdida en el patio, un día de lluvia como tantos otros, la tía Fernanda dio por fin con la causa exacta de su extravío: era la cadencia. Eso era, porque todo lo demás lo tenía del lado donde debía tenerlo. Pero fue la maldita cadencia lo que la sacó de quicio. La cadencia, esa indescifrable nimiedad que hace que alguien camine de cierto modo, hable en cierto tono, mire con cierta pausa, acaricie con cierta exactitud.
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      Sus encuentros con la cadencia la dejaban extenuada. Era tan complicado quererse en los sótanos y las azoteas, dar con lugares oscuros y recovecos solitarios en esa ciudad tan llena de oscuridades y recovecos que nunca eran casuales. ¿Cómo saber si eran seguras las escaleras de una iglesia o el piso de una cava cuando ahí a cualquier hora era posible que alguien tuviera el antojo de emborracharse o llamar a un rosario? 
(...)

     Una mañana, la tía Fernanda abrió los ojos y la sorprendió el alivio. Había dormido noches sin apretar los dientes, sin soñar peces muertos, sin ahogarse. Tenía los ojos secos y ganas de hacer pipí, correctamente, por primera vez en mucho tiempo. Estuvo media hora bañándose y al salir con el pelo mojado y la piel lustrosa vio su cara en el espejo y se hizo un guiño. Después, bajó a desayunar con su familia que del gusto tuvo a bien perdonarle que el pan supiera rancio porque el chofer había cambiado de panadería con tal de no ir a la que le ordenó la cocinera, que quién era para mandarlo.

      Al terminar el trajín mañanero, la tía Fernanda se fue a misa como en los buenos tiempos. 
    -Me vas a deber vida eterna -le dijo a la Santísima Trinidad.

jueves, 28 de noviembre de 2013

LA ESCUELA







En Vega de Poja (Pola de Siero) está la escuela a la que asistí, le tengo mucho cariño por ser en una de sus viviendas donde nací. Había un maestro para los niños y para las niñas una maestra que se llamaba Doña María. Su cabello era completamente blanco, muy bonito y lo recogía en un moño en la nuca. Estaba más bien gordita, llevaba gafas, a mi me parecía como una abuelita. Mi primer día de clase me recibió con cariño y amabilidad. Me acompañó ese día una vecina. De las chicas mayores de la escuela a quién le pidieron eso favor mis padres.
La escuela para mí fue una ventana al conocimiento, aunque en ese momento no me diera cuenta de lo importante y necesario que me podía ser en la vida. Pasaron muchos días hasta que empecé a asimilar que allí no se iba a jugar sino que había que aprender a leer, escribir, sumar y muchas cosas más a las que teníamos acceso.


En nuestra escuela todo marchaba normal; hasta que un día ocurre un hecho en la clase, que a todos nos coge por sorpresa, quedándonos de piedra, por la actuación de una alumna. Esta niña se llamaba “Tere” la invitó Doña María  a que dejara el pupitre a otra niña; esta se niega, diciendo que el pupitre o mesa le pertenece; por haberlo limpiado y encerado; le habían dicho que tenía derecho a su uso en todo momento, y ahora no le parecí justo el que le quitasen para poner a otra. Al desobedecer, nuestra maestra se acercó invitándola a dejar el sitio: ante la nueva negativa, la coge por el brazo, esta se resiste; pero sale y recibe un nalgazo; pero ella le devuelve otro a la maestra, y así dale y devuelve recorrieron media clase, el espectáculo fue horrible a nuestros ojos, estábamos asustadas; la maestra, roja como una amapola; yo bien creí que le daría algo al corazón; me quedo tan grabado que al recordarlo es como si lo estuviera viendo. No sé cómo, pero se presentaron sus hijas que estaban horrorizadas por la falta de respeto a una profesora y siendo una persona mayor.
La noticia corrió por todo el pueblo como un reguero de pólvora y sus padres vinieron a hablar con Doña María; está quería que le pidiera perdón; pero Tere se negaba argumentando que le habían hecho una injusticia; no sé si llego a esta conclusión desde aquel momento, o si esto fue madurando en ella con los años. Pero, a mi me dijo ella siendo ya mayor que no pidió perdón porque consideraba que aquello fue una injusticia.
Fuera como ella decía o no, ella así lo consideraba.


Mª Jose Fonseca Peruyera (Socia de Pola de Siero)


¡MUCHAS GRACIAS POR TU RELATO!

MI PRIMERA COMUNIÓN

MI PRIMERA COMUNIÓN

Recibí mi primera comunión el 17 de mayo de 1953, en la Iglesia Parroquial de Santa María Real de la Corte, la iglesia está situada en la calle San Vicente frente a la plaza de Feijoo en Oviedo (Principado de Asturias). La iglesia comparte medianeras con el claustro y el edificio del Monasterio de San Vicente (hoy Museo arqueológico de Asturias) al que perteneció, y con la iglesia del Monasterio de Benedictinas de San Pelayo, contigua a su cabecera se encuentra la catedral.
Vivíamos en la calle Rafael, Mª de Labra con la abuela Tatita, mi tía Magdalena, su marido Eduardo y sus hijos Pilar, Eduardo y Alberto, mis padres eran Ángel y María, mis hermanos Ángel, Loly, Juan José Antonio y yo Mª Jesús. La a era la abuela Tatita era la guía de la familia.
El sábado cuando nos fuimos a la cama (yo dormía con mi hermana Loly), mi madre dejó preparada la ropa de mi  1ª Comunión, el vestido blanco de organdí era de lorzas, tenía dos faldones, uno almidonado para darle forma al vuelo de la falda, el velo con una diadema de flores llegaba a la cintura, la limosnera redonda iba unida a un cinturón de organdí que acababa en un gran lazo a la espalda, guantes blancos, misal de nácar y rosario. El vestido era de la familia con él recibimos la primera comunión varias niñas de la familia.
El domingo cuando mi madre nos despertó era un día de sol y fiesta familiar para todos, el armario de mi habitación era de luna con un espejo grande cuando mi madre y tatita me vistieron me llevaron al espejo, me ví como una novia pequeña pero grande de felicidad y alegría.
Al entrar en la iglesia llena de luz y flores nos colocaron los niños a la derecha y las niñas a la izquierda.
Nuestras madres y abuelas llevaban ropa negra y mantilla, no estaban de luto, era la moda.
Ofició la eucaristía Don Feliciano, el párroco. Al terminar la celebración sortearon dos corderos pequeños, él de las niñas le correspondió a la fila cuatro, niña nº 4 a Mª Jesús (que soy yo). Rodeada de mi familia y con el lechazo en brazos de Tatita nos fuimos para casa donde nos esperaba una gran comida: patatas guisadas con carne de huerta (cebolla, ajo, laurel, etc.) de postres: galletas, dulce y chocolate.
Por la tarde fuimos de procesión por el centro de Oviedo hasta el paseo de José Antonio (hoy paseo de los Álamos), donde se celebraba un encuentro de la Adoración Nocturna Española, en el Altar instalado para el Evento, ofició la Eucaristia el Obispo de la Dioceis de Oviedo, Don Francisco Javier Lauzurica.
Así viví y así recuerdo el día de mi 1ª Comunión.
Mª Jesús Rodríguez Reyes (Vocal de Lugones)

¡¡¡MUCHAS GRACIAS!!!   a Mª Jesús compartir con nosotras sus recuerdos tan bonitos.