Mis recuerdos son de cuando tenía 7 u 8 años, era una
escuela pequeña, de niñas, todas vestidas con mandilón blanco, los pupitres
eran de madera, tenían tapa para meter los libros y demás materiales, usábamos
pizarra y pizarrin, este último me duraba muy poco, era un desastre, los rompía
casi todos.
Cuando salíamos al recreo a jugar unos días a la comba,
al castro o bien al escondite, la maestra nos dejaba salir del la escuela para
escondernos por los caminos que había cerca de la misma e incluso la maestra jugaba
con nosotros a la pelota, a la comba o a la quema, que consistía en ir
eliminando a los participantes.
Cuando fui cumpliendo años me llevaron a una Academia
particular, para prepararme para los estudios venideros, allí fue un suplicio
mi estancia, pues el que impartía las clases, el maestro, era muy autoritario,
ya que nos pegaba, si sabías la lección o si no, solamente decía que era para
ver como cimbraba la vara, e incluso si querías ir al baño, no nos dejaba y si
nos escapaba el pis, por no poder aguantar mas, nos volvía a pegar.
Entonces les dije a mis padres lo que me estaba pasando, le
fueron a llamar la atención y me sacaron de allí, volviendo a la escuela, donde
me toco una maestra que era un cielo, siempre atenta de nosotras, si no
entendías cualquier cosa te lo explicaba de nuevo, las veces que hicieran
falta, nos trataba con mucho cariño y nos dio mucha pena cuando nos enteramos
que estaba enferma de cáncer, pero hasta el último día en que ya no pudo acudir
a dar clases siempre nos trato con cariño, comprensión y con la sonrisa en los
labios, eso si que es tener vocación, siempre la tendré en mi corazón.
Luego cuando cumplí 11 años, mis padres me inscribieron
en un Colegio de Monjas, el cual se encontraba mas lejos de mi pueblo, por lo
que tenía que madrugar más y llevar la comida, porque había clases de mañana y
tarde, entraba a las 9:30h y salía a las 5 de la tarde, incluso los sábados. En
este Colegio aprendí a escribir con estilográfica, así como a coser y bordar,
aparte de dar las asignaturas que me correspondían.
Este era un Colegio donde había alumnas internas, por lo
que había alguna mayor de hasta veinte años y otras de mi edad, siendo estas
compañeras bastantes puñeteras, pues me hacían trastadas o novatadas, como
echarme agua en la bebida que llevaba o azúcar en la comida e incluso hormigas
en la tartera, donde llevaba la comida, la cual nos la calentaban en la cocina del
Colegio, una de las alumnas mayores, y así muchas cosas mas. Es decir que el acoso escolar ya existía en mí tiempo,
yo lo padecí y no me atreví a comentar nada en casa por miedo y timidez.
Pero mi prima, que también iba al colegio, se lo dijo a
mis padres y mi madre fue a hablar con la Madre Superiora, arreglándose un poco
el problema que tenía, siendo una de las alumnas que me había hecho bastantes perrerías,
la cual me pidió perdón por lo que me había hecho, ya que según ella me había
hecho de todo, la que mas me defendió, haciéndose mi amiga, pues de aquella
teníamos que estar, una pequeña con una mayor.
Quiero hacer mención que a los dieciséis años deje de
estudiar, ya que las necesidades, aparte de la pereza mía y de que en aquellos
tiempos la mujer estaba discriminada a la hora de estudiar, aunque mis padres
siempre me animaron, lo deje, dedicándome a las labores del hogar, hasta que empecé
a trabajar con 19 años.
De todo esto
saque una conclusión que nadie me iba a achicar, me hizo ser más fuerte y sacar
mi otro yo, el del mal genio.
También influyeron mis padres, que en paz descansen, que
fueron siempre muy positivos, dándome consejos y con un refrán famoso en
aquellos tiempos de miserias, que decía DIOS
APRIETA PERO NO AHOGA y como el
mismo dice hasta aquí he llegado, con sobresaltos y problemas pero llegué.
Un saludo.
Atentamente: Concepción Fernández Medina.
Socia de Sotrondio)
Una historia muy bonita y a la vez triste,la foto muy guapa te lo dice tu amiga y socia Agripina.
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