lunes, 3 de marzo de 2014

MI PRIMER VIAJE EN TREN




  Corría el año 1941, 1942, por aquel entonces sólo había a Oviedo tres trenes, y otros tantos en dirección contraria…


  Los críos que por esa época solíamos ser un montón.


 Cuando cuadraba que pasaba algún tren, corríamos como locos para verlos. Algunas veces un maquinista amble hacía sonar el silbato tres o cuatro ves y el  “guirigay” que se armaba no tiene nombre, nos abrazábamos uno a otros como si llegaran los marcianos.


Aquel  tuve la mala suerte de tropezarme con un perro que tenía la rabia, y que no fue una caricia precisamente, lo que me ocasionó. Fuimos al médico que me cosió el desaguisado, pero teníamos que ir a Oviedo A LA GOTA DE LECHE, para hacerme unos análisis,  y darme el tratamiento correspondiente, y por esa circunstancia hice mi primer VIAJE EN TREN.



La emoción que sentí al pisar los peldaños…No sé expresarla me latía el corazón como loco, sentí que me ponía rígida que las piernas no podría moverlas.

   Fui con mi padrino, por aquel entonces tendría 20 años (y al no ser de pueble entendería mucho) mi madre no pudo acompañarme, por circunstancias que no vienen al caso.
   Me sentó a su lado en el tren, cuando este se puso en marcha yo entendía lo que ocurría. Las cosas corrían, los arboles parecía que se pusieran locos corriendo desenfrenados para llegar los primeros a la meta.
    ¿Cómo no podría levantarme a mirar?
Y empezó la guerra con mi padrino

   Él que te sientes-yo a los dos minutos de pie otra vez.
  Después de unas cuantas veces con la misma historia, un hombre entrado en años muy enfadado le dijo- ¡Carajo! Deja que lo vea.
   Dejar, si me dejó pero a la primera ocasión que tuvo, me arreo un pellizco de los que aquí te espero…!

Y EMPEZÓ LA GUERRA OTRA VEZ…

En la GOTA DE LECHE… Otra vez metí la pata, el médico que me atendió me dio unos caramelos y me dijo:
.- ¿Te duele?
.- Un poco
.- Que mala suerte que te mordiera un perro
.- Yo estoy bien contenta sino, no me monto en tren nunca.
   Todos se rieron menos mi padrino que me pegó otro coscorrón, y la recomendación de no decir ni media palabra a nadie mientras no llegara a casa.
   ¿Cuándo le pregunte por qué? Me dijo por “cateta”.

   Fui todo el tiempo esperando el siguiente…años después me aclare que en los tiempos que corrían…el ser de pueblín tenía sus riesgos.

Escrito por Ana (socia de Pola de Siero). 
Un besín para todos los grupos.

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