martes, 4 de febrero de 2014

TANTOS RECUERDOS



Yo era una niña rubia con tirabuzones, los cuales me peinaba mi abuela con gran esmero utilizando agua y azúcar para que no se me deshicieran en todo el día.




El primer libro que tuve lo llamábamos “el rayas”, lo metíamos en una maleta de cartón ya que era una pi8zarra que tenía una bolita de trapo para borrar.
Más adelante el día de reyes, mi tío me regalo un estuche de seis colores, un lápiz, una goma y un pizarrón grande, que me encantó.
   
    Íbamos a la escuela en madreñas y con un saco en forma de capucho por si llovía, me encantaba meter los pies en los charcos, sobre todo en invierno cuando estos estaban congelados y se rompían.

   En el trayecto de casa a la escuela cogíamos leña en los castañedos que encontrábamos, haciendo con ella un atijo que más tarde utilizaríamos para encender la estufa, puesto que nuestra escuela era muy fría, triste y oscura, ninguna comparación con las actuales ya que no teníamos ni baños.

   En mi primer día de escuela, recuerdo la imagen hermosa   y cuidada de mi señorita, con su falda negra, zapatos de tacón y aquellas largas uñas pintadas; su aspecto me llamo la atención ya que mi mamá nunca iba tan arreglada como ella, puesto que vivía por y para trabajar, ya sea en la huerta, labrando la tierra o haciendo la trashumancia a las montañas para conseguir lo necesario y dar un bienestar a sus hijos, los cuales dejaba el cuidado de  su mamá, es decir mi abuela.

  Aquella señorita estuvo poco tiempo con nosotros, después vino otra señorita que esta opositando en Oviedo, la cual trabajo  a sus hermana pequeña para darnos clase, con ella leímos muchos cuentos, que aunque me gustaban  mucho, algunos personajes como las madrastras llegaron a traumatizarme, puesto que en una ocasión celebrando la boda de mi madrina, no quería que mis padres bailaran con nadie ya que tenía miedo a que me dejaran sola.

  Cuando la señorita sacó su oposición, ella y su hermana se marcharon, dejando su puesto a otra maestra a la que le encantaba coser, tanto le gustaba que solo hacia labores en clase mientras nosotros no adelantamos en nada, de modo que al poco tiempo se fue.



   En el próximo curso escolar, por así decirlo, tuvimos una magnifica profesora en esta ocasión de Avilés, que sólo duraría un año.

   A estas alturas de la historia, ya tenía 12 años, entonces llegó a la que conoceríamos como la señorita Josefina, aquella maestra nos motivaba en los estudios, conversaba con nostras para saber enfrentarnos a las diferentes situaciones de la vida como mujeres, hacíamos diferentes actividades como presentarnos a concursos, donde expusimos una canastilla hecha por nosotras , y conseguimos el segundo puesto; también nos llevo por primera vez al cine a ver la película “los 10 mandamientos” y de excursión a Ribadesella para conocer el mar y a Covadonga para rezar a la Santina.



La señorita Josefina tenía por costumbre nombrar cada día a una de nosotras para que fuera responsable de la clase. El día que le tocó a mi amiga lo hizo muy bien, se involucro mucho en su papel, de modo que al terminar salimos juntas riéndonos y merendando pan con chocolate.
Al llegar a casa, cada una fue a hacer sus labores, yo a por agua a la fuente y ella junto con su vecina a por las ovejas, más tarde pasó lo inesperado, su vecina regresó al pueblo pidiendo ayuda por no encontraba a la niña, cuando la encontraron estaba dormida para siempre, aquella noticia impacto a todo el pueblo y toda la escuela se volcó en su último adiós con flores, rezo y muchísima pena por aquel vació que el suceso había dejado en nuestros corazones.
No quiero terminar sin tener un recuerdo para mis dos amigas de la infancia.
Estas niñas eran hermas  y siempre que podía iba a jugar con ellas a su casa, nos gustaba jugar  a las mamás con muñecas que teníamos de cartón e imaginarnos que se ponían malitas y las llevábamos al médico, a continuación nos pasábamos por la plaza de abastos para comprar víveres y regatear con los precios de los mercaderes.
En otras ocasiones nos disfrazábamos de señoras, poniéndonos tacones, maquillándonos y vistiéndonos con una faja como si fuera una falda de tubo, por lo que cuando llegaba su mamá nos veía con aquel aspecto se acababa el juego de inmediato.
También nos fijábamos como hacían el arroz con leche y le echaban anís dulce, así que tal cual se despistaban de la botella, nosotras la cogíamos y le dábamos un sorbo ¡que rico estaba!
Con tantos recuerdos y tantas historia, es del día de hoy que estas dos hermanas son como mi familia.

¡¡ GRACIA ALICIA (socia de Pola de Siero), por estos recuerdos también detallados, emotivos y divertidos a la vez!!

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