Yo era una niña rubia con
tirabuzones, los cuales me peinaba mi abuela con gran esmero utilizando agua y
azúcar para que no se me deshicieran en todo el día.
El primer libro que tuve lo
llamábamos “el rayas”, lo metíamos en una maleta de cartón ya que era una
pi8zarra que tenía una bolita de trapo para borrar.
Más adelante el día de reyes, mi
tío me regalo un estuche de seis colores, un lápiz, una goma y un pizarrón
grande, que me encantó.
Íbamos a la escuela en madreñas y
con un saco en forma de capucho por si llovía, me encantaba meter los pies en
los charcos, sobre todo en invierno cuando estos estaban congelados y se
rompían.
En el trayecto de casa a la
escuela cogíamos leña en los castañedos que encontrábamos, haciendo con ella un
atijo que más tarde utilizaríamos para encender la estufa, puesto que nuestra
escuela era muy fría, triste y oscura, ninguna comparación con las actuales ya
que no teníamos ni baños.
En mi primer día de escuela,
recuerdo la imagen hermosa y cuidada de
mi señorita, con su falda negra, zapatos de tacón y aquellas largas uñas
pintadas; su aspecto me llamo la atención ya que mi mamá nunca iba tan
arreglada como ella, puesto que vivía por y para trabajar, ya sea en la huerta,
labrando la tierra o haciendo la trashumancia a las montañas para conseguir lo
necesario y dar un bienestar a sus hijos, los cuales dejaba el cuidado de su mamá, es decir mi abuela.
Aquella señorita estuvo poco tiempo
con nosotros, después vino otra señorita que esta opositando en Oviedo, la cual
trabajo a sus hermana pequeña para
darnos clase, con ella leímos muchos cuentos, que aunque me gustaban mucho, algunos personajes como las madrastras
llegaron a traumatizarme, puesto que en una ocasión celebrando la boda de mi
madrina, no quería que mis padres bailaran con nadie ya que tenía miedo a que
me dejaran sola.
Cuando la señorita sacó su
oposición, ella y su hermana se marcharon, dejando su puesto a otra maestra a
la que le encantaba coser, tanto le gustaba que solo hacia labores en clase
mientras nosotros no adelantamos en nada, de modo que al poco tiempo se fue.
En el próximo curso escolar, por
así decirlo, tuvimos una magnifica profesora en esta ocasión de Avilés, que
sólo duraría un año.
A estas alturas de la historia,
ya tenía 12 años, entonces llegó a la que conoceríamos como la señorita
Josefina, aquella maestra nos motivaba en los estudios, conversaba con nostras para
saber enfrentarnos a las diferentes situaciones de la vida como mujeres, hacíamos
diferentes actividades como presentarnos a concursos, donde expusimos una
canastilla hecha por nosotras , y conseguimos el segundo puesto; también nos
llevo por primera vez al cine a ver la película “los 10 mandamientos” y de excursión
a Ribadesella para conocer el mar y a Covadonga para rezar a la Santina.
La señorita Josefina tenía por
costumbre nombrar cada día a una de nosotras para que fuera responsable de la
clase. El día que le tocó a mi amiga lo hizo muy bien, se involucro mucho en su
papel, de modo que al terminar salimos juntas riéndonos y merendando pan con
chocolate.
Al llegar a casa, cada una fue a
hacer sus labores, yo a por agua a la fuente y ella junto con su vecina a por
las ovejas, más tarde pasó lo inesperado, su vecina regresó al pueblo pidiendo ayuda
por no encontraba a la niña, cuando la encontraron estaba dormida para siempre,
aquella noticia impacto a todo el pueblo y toda la escuela se volcó en su último
adiós con flores, rezo y muchísima pena por aquel vació que el suceso había
dejado en nuestros corazones.
No quiero terminar sin tener un
recuerdo para mis dos amigas de la infancia.
Estas niñas eran hermas y siempre que podía iba a jugar con ellas a
su casa, nos gustaba jugar a las mamás
con muñecas que teníamos de cartón e imaginarnos que se ponían malitas y las llevábamos
al médico, a continuación nos pasábamos por la plaza de abastos para comprar víveres
y regatear con los precios de los mercaderes.
En otras ocasiones nos disfrazábamos
de señoras, poniéndonos tacones, maquillándonos y vistiéndonos con una faja
como si fuera una falda de tubo, por lo que cuando llegaba su mamá nos veía con
aquel aspecto se acababa el juego de inmediato.
También nos fijábamos como hacían
el arroz con leche y le echaban anís dulce, así que tal cual se despistaban de
la botella, nosotras la cogíamos y le dábamos un sorbo ¡que rico estaba!
Con tantos recuerdos y tantas historia,
es del día de hoy que estas dos hermanas son como mi familia.
¡¡ GRACIA ALICIA (socia de Pola de Siero), por estos recuerdos también detallados, emotivos y divertidos a la vez!!
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