Nos proponen hablar de los juegos
y juguetes de nuestra infancia y me pregunto: ¿qué juguetes?
Yo no conocí más juguetes que las
muñecas de trapo con la cabeza rellena de serrín que me hacía una tía.
De muy pequeña los juegos, para
mí, para nosotros, eran pura imaginación.
Jugábamos a las cocinitas con los
utensilios que encontrábamos. Las ollas eran latas de conserva, o trozos de
platos rotos. Los alimentos que cocinábamos, si eran garbanzos, o fabes: con
piedritas pequeñas; los caldos, las sopas y chocolate: con un poco de agua y
tierra para revolver. Los cubiertos eran palitos… En fin, eso era lo que
podíamos hacer al carecer de cualquier otra cosa.
Los niños imitaban lo que tenían
en su entorno. Hacían un carro con palos o cajas de cartón. Para tirar del carro
inventaban unos bueyes a los que daban vida dos tarucos puestos uno al
lado del otro y, como yugo, un palo amarrando a cada uno.
También se hacían construcciones
de torres, casas o granjas siempre con tarucos. Cuando en una esfoyaza
aparecía una panoya con granos rojos lo llamábamos el rey, esto daba lugar a que en la granja
imaginaria hubiera vacas blancas y negras, o vacas y toros.
Las niñas nos pintábamos las uñas
y los labios con moras, y nos poníamos uñas postizas, largas y afiladas pegando
con saliva en ellas pétalos de la flor del azafrán.
Cuando crecimos un poco, nuestros
juegos eran el escondite, el cascayu, la comba (los saltos a la comba
iban acompañados siempre de canciones). También jugábamos con la pelota, al corro,
al rescate, al tres en raya, al pañuelo y seguro que a algunos más que ya no
recuerdo.
En la escuela además de las
labores de bordados, ganchillo, punto de cruz, etc. teníamos otra actividad que
a mí me gustaba mucho: EL CORO. Los ensayos eran preciosos y cantábamos a dos
voces, ahí aprendí las notas musicales. ¡Qué recuerdos tan bonitos que siempre
agradecí a mi maestra Charo!
Al llegar Reyes yo siempre
esperaba por el milagro de una muñeca de verdad, o de algún juguete, pero sólo
nos dejaban colores para pintar, un estuche, una goma nueva, una pizarra con el
pizarrín, unos calcetines, ropa interior, el revoltijo -con aquellas barritas
de de turrón duro que saboreábamos como si fuera la mejor de las delicias, eso
sí me complacía de verdad-.
A pesar de no contar con
juguetes, la imaginación de la infancia suplía con creces esas carencias
haciéndonos igualmente felices.
Bendito tiempo sin problemas y
con el cariño de nuestros padres.
Hasta aquí mis recuerdos de los
juegos de infancia.
GRACIAS
" GRACIAS A TI MERCE (Socia de Lugones)"
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