En
Vega de Poja (Pola de Siero) está la escuela a la que asistí, le tengo mucho
cariño por ser en una de sus viviendas donde nací. Había un maestro para los
niños y para las niñas una maestra que se llamaba Doña María. Su cabello era
completamente blanco, muy bonito y lo recogía en un moño en la nuca. Estaba más
bien gordita, llevaba gafas, a mi me parecía como una abuelita. Mi primer día
de clase me recibió con cariño y amabilidad. Me acompañó ese día una vecina. De
las chicas mayores de la escuela a quién le pidieron eso favor mis padres.
La
escuela para mí fue una ventana al conocimiento, aunque en ese momento no me
diera cuenta de lo importante y necesario que me podía ser en la vida. Pasaron
muchos días hasta que empecé a asimilar que allí no se iba a jugar sino que
había que aprender a leer, escribir, sumar y muchas cosas más a las que
teníamos acceso.
En
nuestra escuela todo marchaba normal; hasta que un día ocurre un hecho en la
clase, que a todos nos coge por sorpresa, quedándonos de piedra, por la actuación
de una alumna. Esta niña se llamaba “Tere” la invitó Doña María a que dejara el pupitre a otra niña; esta se
niega, diciendo que el pupitre o mesa le pertenece; por haberlo limpiado y
encerado; le habían dicho que tenía derecho a su uso en todo momento, y ahora
no le parecí justo el que le quitasen para poner a otra. Al desobedecer,
nuestra maestra se acercó invitándola a dejar el sitio: ante la nueva negativa,
la coge por el brazo, esta se resiste; pero sale y recibe un nalgazo; pero ella
le devuelve otro a la maestra, y así dale y devuelve recorrieron media clase, el
espectáculo fue horrible a nuestros ojos, estábamos asustadas; la maestra, roja
como una amapola; yo bien creí que le daría algo al corazón; me quedo tan
grabado que al recordarlo es como si lo estuviera viendo. No sé cómo, pero se
presentaron sus hijas que estaban horrorizadas por la falta de respeto a una
profesora y siendo una persona mayor.
La
noticia corrió por todo el pueblo como un reguero de pólvora y sus padres
vinieron a hablar con Doña María; está quería que le pidiera perdón; pero Tere se
negaba argumentando que le habían hecho una injusticia; no sé si llego a esta
conclusión desde aquel momento, o si esto fue madurando en ella con los años.
Pero, a mi me dijo ella siendo ya mayor que no pidió perdón porque consideraba
que aquello fue una injusticia.
Fuera
como ella decía o no, ella así lo consideraba.
Mª
Jose Fonseca Peruyera (Socia de Pola de Siero)
¡MUCHAS
GRACIAS POR TU RELATO!
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