viernes, 29 de noviembre de 2013

TIA MERCEDES

     Ya era tarde y la tía Mercedes seguía buscando quién sabe qué cosas en el cuerpo del hombre al que reconocía como el amor de su vida.

(...)
     Se miraron de lejos, se fueron acercando y por fin se encontraron en la mesa de unos españoles que ya estaban planeando cómo romper unas sillas en las crismas de los árabes sentados en la mesa más próxima. En medio de aquel caos, ellos perdieron las palabras, volvieron a prenderse de los gestos, se vieron enlazados sin remedio y sin prisa, hasta quién sabía cuándo.

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     La calle noventa era un mugrero en el que hasta las luces parecían sucias. El fue ahí por primera vez con algunos amigos que ya habían estado dos o tres veces, pero nadie era un experto. Algunos habían ido una noche con sus hermanos mayores o con sus tíos, a otro lo había llevado su papá porque tenía la cara llena de barros y a decir suyo no había mejor manera de quitárselos. Total, eran como siete dándose valor, atarantados con aquella clandestinidad impúdica, muertos de risa y pánico.
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¿Enamoradas del amor? ¿qué opinas de los persojanes de este relato? ¿Te ha gustado?

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