domingo, 29 de diciembre de 2013

PEPÓN UN MUÑECO DE CARTÓN

       

     Hace muchos años, concretamente antes de la guerra, a una niña llamada Geli, sus madrinas, que eran dos, el día de su cumpleaños le regalaron un muñeco de cartón a quien puso de nombre Pepón. Este tenía el tamaño de un niño de dos años, ojos azules y una cara sonrosada. Vestía ropas de bebé, chaquetina de punto, pantalón y zapatinos de badana de color azul, en fin una preciosidad de muñeco. La niña se  sintió muy afortunada con tan espléndido regalo, lo llevó de paseo y se lo enseñó a sus amigas. Desde aquel día, concretamente de lunes a sábado, Pepón permanecía  sentado en un sillón de mimbre dentro  de una habitación tan solo podía darle un beso, los domingos jugaba con él, pero no la dejaban sacarlo a la calle por miedo a que se estropease.
     Pasaron los años, se terminó la guerra, Geli se hizo mayor, se casó y tuvo tres hijas. La mayor de ellas llamada Mari heredó el Pepón, que seguía  en la misma habitación sentado en el sillón. El paso del tiempo, como es normal, había dejado huella en él. Ahora su cara ya no era sonrosada, había tomado un color amarillento que le daba un aspecto un tanto siniestro. A Mari no le agradaba nada el muñeco, le tenía un poco de miedo, no quería darle un beso ni tampoco jugar con él.
      Un día las madrinas decidieron darle el Pepón a Geli para que se lo llevara a su casa a ver si las otras hijas  lo querían. Una de ellas  la mediana, nada más ver al muñeco lo cogió y se fue con él caleya abajo hasta el cañu. Una vez  allí lo puso  debajo del grifo un buen rato. Poco a poco, como os podéis  figurar  la cara de Pepón iba desapareciendo hasta convertirse en cartón mojado. La niña deshecha en lágrimas lo llevó para casa y ante el asombro de Geli, al ver que su muñeco ya no tenía cara y el ataque de risa que le dio a Mari, solo dijo a media lengua dos palabras estaba muy “dochu” (gochu), por lo sucio que estaba. ¡Pobre Pepón, su existencia fue triste y su final aun peor!.
Yo soy la niña que no quiso darle un beso a Pepón, así y todo nunca me olvidé de este pobre muñeco.

¡MUCHAS GRACIAS MARIÁN!.socia de Mieres.
Una historia realmente conmovedora.

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