miércoles, 19 de noviembre de 2014

MI ESCUELA


De mis primeros tiempos de colegio tengo muy buenos recuerdos. Parece que lo estoy viviendo y que fue hace poco tiempo, pero lo cierto es que ya paso más de medio siglo.


Yo iba a un colegio de monjas, con mi uniforme todo negro y un cuello duro blanco, en invierno. Con una capa y una boina negra....parecíamos "las niñas de luto".
Cuando llegaba la primavera, nos ponían un "pichi" negro con una blusa amarilla que ya nos hacía parecer niñas de verdad, no niñas tristes.
  
Las monjas llevaban una toca muy aparatosa, la llamaban avión. Era blanca como la nieve, tan almidonada que a pesar de lo que sobresalía de la cabeza, se mantenía tiesa, tiesa. Se ponían sobre el hábito, unos manguitos blancos, para no sacar brillo a la tela.  Eran increíblemente metódicas. Me maravillaba como todas tenían la piel muy blanca y delicada. Parecían ángeles.

Mi primera profesora fue sor Teresa, una monja que era muy cariñosa y con mucha paciencia para enseñarme las primeras letras. Cuando mi madre me dejaba a la puerta, siempre salía para cogerme de la mano y llevarme dentro de la clase. Solo lo hacía conmigo y siempre pensé que era porque me tenía un cariño especial.


Más adelante con siete años, empecé con las mayores, en esta ocasión era Sor Atanasia quien me daba clase. Era una gran artista, lo mismo con los pinceles que con las labores, lo cual hacia que todas las niñas practicáramos con desigual suerte nuestras tareas. 

Recuerdo que teníamos una libreta de pastas duras en las que pasábamos a limpio los trabajos de matemáticas, las copias de los libros y los dictado corregidos, poniendo una rayita  roja en las palabras que habíamos fallado. Los dibujos los pintábamos con las pinturas de la marca "Alpino" y solo nos dejaban llevar estas libretas en vacaciones para que las vieran nuestros padres.
Cada semana, dependiendo de nuestro rendimiento escolar y del comportamiento, nos premiaban con medalla, cordón o banda. Solo una vez conseguí cordón. En cambio la lengua de trapo que nos ponían por hablar, me toco con más frecuencia. Un día a la semana, nos ponían a escribir con pluma y tintero.



Cada día de escritura tocaba a dos compañeras llenar y luego vaciar los tinteros y repartir  las plumas, de madera y con plumín. Ese día era maravilloso, era hacer trabajo de mayores y eso hacía que me sintiera importante.


El día que tocaba labores, que eran dos tardes a la semana, se me pasaban las tardes volando, me gustaba hacer punto de cruz. Ahí empezó mi afición por todo lo que tuviera que ver con las telas y los hilos. Solo hubo una cosa que no consiguieron que les hiciera caso....usar el dedal. Por mucho que me dijeran aquello de "costurera sin dedal, cose poco y cose mal" conmigo nunca llego a funcionar, pero la verdad es que siempre se me dio bien.

En los recreos me dedicaba a meterme por los pasillos que eran oscuros y mirar los misterios que yo creía que encerraban...escaleras de mármol con pasamanos de madera, santos por los pasillos. Todo me parecía enorme, triste, lúgubre. A veces me acercaba a las habitaciones de las monjas y cuando v
Y para despedirme del colegio, tuve como maestra a sor Milagros. Me tenía de ayudante para repartir las libretas de caligrafía y limpiar con cera los pupitres. La cera de los pupitres!!!! Que olor más especial. Ese y el olor de las gomas que llamábamos de nata, siempre me recordaran mis tiempos de colegio. Sigo llevando en mi cartera una estampa de la Virgen Milagrosa, que ella me dio dedicada. No soy creyente, pero siempre la llevo conmigo.eía una puerta abierta, miraba con curiosidad aquellas habitaciones, con camas en fila y todas con sus cortinillas alrededor para dar intimidad....durante un año decía que yo quería ser monja.


En esta etapa empecé como una obligación, porque para manejar el ordenador, me dijeron que tenía que hacer antes un curso de Envejecimiento saludable....el nombre del curso me echaba para atrás...era deprimente, yo que me creía tan guay, empezar a aprender a envejecer. Horror!!! 


Las personas que eligieron el nombre, no sé que pensaban. Pero empecé. Creía que no aguantaría, pero nuestra monitora, Noelia, consiguió con su buen hacer, que me interesase, hasta tal punto que echaba de menos los días que no tenía clase. Aprendí a través de los distintos cursos, muchas cosas y muy interesantes, que me han venido muy bien. Y sobre todo para conocer a gente nueva y haber hecho a unas buenas amigas, con las que sigo la amistad durante todos estos años.


Belén (socias de la vocalía de Llanes)
 

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